Francisco Alejandro Leyva Aguilar
“Mi abuelo, al tomar café, me hablaba de Juárez y de Porfirio, los zuavos y los plateados. Y el mantel olía a pólvora. Mi padre, al tomar la copa, me hablaba de Zapata y de Villa, Soto y Gama y los Flores Magón. Y el mantel, olía a pólvora”, así se fue creando en la mente del niño primero y el adolescente después, el amor por la historia y el interés descomunal de nuestro Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, por desentrañar la personalidad de Mexicano.
El mantel sigue oliendo a pólvora por los acontecimientos que estamos viviendo en nuestro México Lindo y “Perdido”. Después de la pax narca que vivimos en los sexenios pasados, la estrategia de López Obrador de abrazar a los delincuentes organizados y no organizados, nos tiene a las familias mexicanas con olor a pólvora en los manteles y también con olor a cocaína y fentanilo.
La crisis que se avecina después de que hemos visto pisoteado el estado de derecho con una reforma retrógrada y anacrónica, puede hacer que ese olor a pólvora se esparza por todo el territorio nacional, más cruentamente que en la guerra de independencia o en la revolución mexicanas.
A doscientos catorce años de la independencia, Octavio Paz sigue teniendo razón al identificarnos como un pueblo sin identidad propia, no por algo el propio Paz recuerda que un poeta le dijo: “que yo había escrito una elegante MENTADA DE MADRE CONTRA LOS MEXICANOS”, en su excelso ensayo “El Laberinto de la Soledad”, en la revista Vuelta. Ahí nos calificó -yo creo que correctamente- como “los hijos de la chingada”.
La chingada o la violada, personificada en Ze Malinali, después Malitzín o la Malinche, representa a nuestra madre patria ultrajada y violada por los españoles y por tanto, no solo esas generaciones de aztecas que vieron a una de las suyas entregarse a los ibéricos, sino los hijos de ésta que fueron ya criollos somos, todos, hijos de la chingada.
Si hay una historia de mentiras, esa es la de México y si hay una etapa de México donde más se han dicho mentiras, esa es la mal llamada cuarta transformación, por eso leamos a Paz cuando escribe: “toda la historia de México desde la conquista hasta la revolución, puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados, con instituciones extrañas y de una forma que nos exprese”… por eso millones de mexicanos se identifican, en la mentira con López el mitómano.
Andrés nos dijo que estábamos jodidos y que él nos iba a sacar de esa “jodidez” y resultó que todo era mentira, que él quería el poder para sí mismo, no para ejercerlo en beneficio del pueblo o sí, si el lumpen entiende que el pueblo es él.
Paz lo expresa magistralmente de la siguiente manera: “la imagen del padre se bifurca en la dualidad de patriarca y de macho, El patriarca protege, es bueno, poderoso, sabio. El macho, es el hombre terrible, el chingón, el padre, que se ha ido, que ha abandonado a la mujer e hijos. La imagen de la autoridad mexicana, se inspira en estos dos extremos, el señor presidente y el caudillo”.
La masa mexicana entiende que el caudillo lo sabe todo y se lo aplaude. Si dice que una reforma al poder judicial es necesaria para devolver al pueblo (o sea a él) la potestad de la justicia, entonces no hay vuelta de hoja, así debe ser y no importa infringir las leyes ya establecidas, porque su “calidad moral”, está por encima de cualquier ordenanza constitucional, aunque esas leyes las haya escrito Juárez o el Constituyente de Querétaro, eso no importa ya, México tiene un nuevo caudillo que dicta las leyes.
Dice Paz “¡Viva México hijos de la chingada”, y advierte en le grito “uno verdadero de guerra, cargado de electricidad particular. Esta frase es un reto y una afirmación un disparo dirigido contra un enemigo imaginario y una explosión en el aire”. Lo que escuchamos en la celebración del 214 aniversario de la independencia de México más bien fue otro grito, este no de guerra, no de particular electricidad sino más bien de impotencia, de inacción; un grito opaco, sordo y silencioso ¡YA NOS CARGÓ LA CHINGADA!.
Y ¿hay solución?, me pregunto y vuelve el olor a pólvora en el mantel… “las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”, escribe el Gran Octavio Paz.
México tiene miedo y ese miedo va a empezar a acumularse cual olla de presión por lo que nos espera, que en un momento va a estallar, con una mecha que se encenderá aquí dentro o allende nuestras fronteras, al tiempo.
@leyvaguilar
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El Zumbido del Moscardón
Francisco Alejandro Leyva Aguilar
“Mi abuelo, al tomar café, me hablaba de Juárez y de Porfirio, los zuavos y los plateados. Y el mantel olía a pólvora. Mi padre, al tomar la copa, me hablaba de Zapata y de Villa, Soto y Gama y los Flores Magón. Y el mantel, olía a pólvora”, así se fue creando en la mente del niño primero y el adolescente después, el amor por la historia y el interés descomunal de nuestro Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, por desentrañar la personalidad de Mexicano.
El mantel sigue oliendo a pólvora por los acontecimientos que estamos viviendo en nuestro México Lindo y “Perdido”. Después de la pax narca que vivimos en los sexenios pasados, la estrategia de López Obrador de abrazar a los delincuentes organizados y no organizados, nos tiene a las familias mexicanas con olor a pólvora en los manteles y también con olor a cocaína y fentanilo.
La crisis que se avecina después de que hemos visto pisoteado el estado de derecho con una reforma retrógrada y anacrónica, puede hacer que ese olor a pólvora se esparza por todo el territorio nacional, más cruentamente que en la guerra de independencia o en la revolución mexicanas.
A doscientos catorce años de la independencia, Octavio Paz sigue teniendo razón al identificarnos como un pueblo sin identidad propia, no por algo el propio Paz recuerda que un poeta le dijo: “que yo había escrito una elegante MENTADA DE MADRE CONTRA LOS MEXICANOS”, en su excelso ensayo “El Laberinto de la Soledad”, en la revista Vuelta. Ahí nos calificó -yo creo que correctamente- como “los hijos de la chingada”.
La chingada o la violada, personificada en Ze Malinali, después Malitzín o la Malinche, representa a nuestra madre patria ultrajada y violada por los españoles y por tanto, no solo esas generaciones de aztecas que vieron a una de las suyas entregarse a los ibéricos, sino los hijos de ésta que fueron ya criollos somos, todos, hijos de la chingada.
Si hay una historia de mentiras, esa es la de México y si hay una etapa de México donde más se han dicho mentiras, esa es la mal llamada cuarta transformación, por eso leamos a Paz cuando escribe: “toda la historia de México desde la conquista hasta la revolución, puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados, con instituciones extrañas y de una forma que nos exprese”… por eso millones de mexicanos se identifican, en la mentira con López el mitómano.
Andrés nos dijo que estábamos jodidos y que él nos iba a sacar de esa “jodidez” y resultó que todo era mentira, que él quería el poder para sí mismo, no para ejercerlo en beneficio del pueblo o sí, si el lumpen entiende que el pueblo es él.
Paz lo expresa magistralmente de la siguiente manera: “la imagen del padre se bifurca en la dualidad de patriarca y de macho, El patriarca protege, es bueno, poderoso, sabio. El macho, es el hombre terrible, el chingón, el padre, que se ha ido, que ha abandonado a la mujer e hijos. La imagen de la autoridad mexicana, se inspira en estos dos extremos, el señor presidente y el caudillo”.
La masa mexicana entiende que el caudillo lo sabe todo y se lo aplaude. Si dice que una reforma al poder judicial es necesaria para devolver al pueblo (o sea a él) la potestad de la justicia, entonces no hay vuelta de hoja, así debe ser y no importa infringir las leyes ya establecidas, porque su “calidad moral”, está por encima de cualquier ordenanza constitucional, aunque esas leyes las haya escrito Juárez o el Constituyente de Querétaro, eso no importa ya, México tiene un nuevo caudillo que dicta las leyes.
Dice Paz “¡Viva México hijos de la chingada”, y advierte en le grito “uno verdadero de guerra, cargado de electricidad particular. Esta frase es un reto y una afirmación un disparo dirigido contra un enemigo imaginario y una explosión en el aire”. Lo que escuchamos en la celebración del 214 aniversario de la independencia de México más bien fue otro grito, este no de guerra, no de particular electricidad sino más bien de impotencia, de inacción; un grito opaco, sordo y silencioso ¡YA NOS CARGÓ LA CHINGADA!.
Y ¿hay solución?, me pregunto y vuelve el olor a pólvora en el mantel… “las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”, escribe el Gran Octavio Paz.
México tiene miedo y ese miedo va a empezar a acumularse cual olla de presión por lo que nos espera, que en un momento va a estallar, con una mecha que se encenderá aquí dentro o allende nuestras fronteras, al tiempo.
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